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por Cristóbal Ramirez
Bajo sus calles se esconde oro. Cemento, hormigón y más abajo oro. Johannesburgo se erigió sobre la riqueza de este mineral y hoy sus rascacielos brillan bajo el sol sudafricano. Pero eso fue hace mucho tiempo y hoy lo que todos tenemos en mente es el Mundial de Fútbol de este año, un evento donde la ciudad fue protagonista y demostró su capacidad (y la de todo el país) para organizar grandes acontecimientos. En el distrito cultural de Newton ya no se escuchan vuvuzelas, pero sigue estando el complejo de edificios modernos donde se ve gente paseando. Uno de sus fachadas victorianas aloja el didáctico Museo de África, el de Fotografía y el de Arte Rupestre de Sudáfrica. No son los únicos. En un lugar marcado durante casi 50 años, hasta 1994, por la segregación racial, es todo un logro el Museo del Apartheid. No es casualidad que Nelson Mandela naciera y viviera aquí. ¿Preparado para la emoción? Hay dos accesos separados: uno para blancos y otro para no blancos. Las tarjetas las dan aleatoriamente y es una forma de desconcertar ya desde el principio. Dentro se pueden sentir las energías y las fuerzas de las personas que lucharon por la justicia. Uno sale de allí pensando que la humanidad a veces puede hacer bien las cosas.
La ciudad no la deja ver apenas, pero la naturaleza estalla en cuanto uno se aleja un poco. En elJardín Botánico hay más de 200 especies de aves. Después de recorrerlo, puede ser un gran plan tomar el almuerzo sobre la hierba, al pie de la impresionante cascada de Witpoortjie. A más de uno no le importaría pasar el resto de su vida allí, sin hacer nada, y que le alimenten por sonda. En elParque Nacional Kruger se pueden ver leones que van a su bola, elefantes que no paran de mascar y tigres con caras de pocos amigos. Porque esto es África, waka-waka. (Perdón por el chiste fácil). El parque bien merece un tour en coche. Desde allí nos podemos dirigir a las Cuevas de Sterkfontein, con variados ejemplos de hombres prehistóricos, y el Soccer City, el coloreado estadio del Mundial.
La adrenalina se suelta sola en las atracciones de Gold Reef City, un parque temático diseñado como el Johannesburgo victoriano atacado por la fiebre del oro. También hay restaurantes y casinos, aunque el barrio de moda para hacer compras, comer, escuchar jazz y salir por la noche es Melville. Pijerío y bohemia a partes iguales. La gastronomía de la urbe mezcla lo autóctono con lo de otras culturas como la india y la malaya. Atrévase con la carne de avestruz, la de cocodrilo y eso llamado masonja, que en realidad son gusanos. Vamos, atrévase. Porque esto es África.
Datos útiles:
[se publicó originalmente en nuestro blog MeGustaVolar.com]
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